“… el e-mail no se ha muerto, pero sí muestra síntomas de tener fricciones debidas a un componente asíncrono que tiende con demasiada facilidad a crear repositorios o bolsas de mensajes sin leer que llegan a convertirse en imposibles de procesar: para muchas personas, intentar responder a todo su e-mail supondría dejar de trabajar y dedicarse sólo a responder e-mails.” escribe Enrique Dans.
La brecha digital en los países en vías de desarrollo como el nuestro, tiene una marcada presencia entre los usuarios; por tanto, la frecuencia de visitas a los casilleros de los e-mail es de 3 ingresos por semana en promedio, sea por factores de situación geográfica o por la misma idiosincrasia de los usuarios; el porcentaje de visitas se incrementa en los usuarios que trabajan en dependencia publicas y privadas que disponen del servicio de la Internet de manera permanente.
Los casilleros de los e-mails reciben diariamente gran cantidad de mensajes, muchos de ellos con información repetitiva o reenviados de otros casilleros, sumados los correos spam, que ingresan a pesar de contar con filtros de clasificación, dificultan enormemente la revisión y la respuesta de los mensajes; mensajes que su mayoría son enviados al tacho de la basura. Estos inconvenientes contribuyen a la crisis de confiabilidad en la información circulante, por lo que los usuarios están en la búsqueda de nuevas alternativas de comunicación que permita un desarrollo de “estrategias de interactividad”, entre las que tenemos a la mensajería instantánea y los nanoblogs, herramientas que paulatinamente van ganado adeptos en su uso.
En conclusión, los jóvenes usuarios del e-amil del siglo XXI, debido a la brutal profusión de mensajes en sus bandejas de entrada, están en búsqueda de nuevas pautas de uso del correo electrónico; pautas que posiblemente acabarán evolucionando a algo distinto a lo que conocemos hoy.